“Los cónyuges para lograr una unión sana, primero deben
prometerse que…
En el terreno intelectual, vamos a
dejarnos el uno al otro a ser lo que somos. Me caso contigo prometiendo que de
ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo exactamente como yo
lo veo. No cambiaré de parecer angustiándote con exigencias agresiones orales,
mal humor, reclamando sin cesar un “quiero que pienses esto o lo otro”.
Respetaremos siempre lo que somos sin sentirnos culpables, sin permitir que
nadie intente imponernos conductas o ideales que no sean los nuestros.
Tendremos derecho a expresar nuestra propia visión del mundo, aunque difiera de
la del otro. NO nos impediremos ver ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida.
Tenemos derecho a desarrollar nuestros sentidos en la dirección que nos
convenga.
En el terreno emocional, reconoceremos que no todos
amamos de la misma manera. No nos someteremos a la tortura de querernos unir de
un modo que no sea el nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos, sin tratar de
ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo todo el uno
para el otro. NO nos encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos
agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestros
parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la
humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese
impensable que llamamos Dios. Reconoceremos que el amor no es la búsqueda de la
igualdad sino de la diferencia complementaria. NO seremos dueños ni propiedad
el uno del otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos
ayudaremos a conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos
protegeremos mutuamente pero sin privarnos nunca de nuestra libertad.
Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros
caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva
vida.
En el terreno sexual, comprenderemos que el
encuentro de nuestros cuerpos es un placer que debe ser explorado y
desarrollado. La verdadera clave de una descendencia feliz es el goce con el
que la engendramos. Tendremos hijos del placer, no del deber. Este placer será
mutuo y sin límites. Nos permitiremos expresar nuestros deseos, solicitando
ésta o aquella caricia, aceptando satisfacer las fantasías sexuales del otro
pero teniendo también el derecho a negarnos. La sublimación y la abstinencia
deben ser sinceras y no disfraces de la frustración.
En el terreno material, compartiremos
un espacio pero nos permitiremos también tener un territorio personal, con la
promesa de no invadir nunca el del otro, respetando nuestra necesidad de
soledad. Igualmente tendremos algún dinero común, pero conservaremos
celosamente una independencia económica.
En ninguna parte soy algo de alguien, y en ninguna parte hay
algo que sea mío.”
Alejandro Jodorowsky en “Cabaret místico” (Ed. Siruela)
Me ha encantado Arantxa! Lo comparto en Facebook y en Twitter :)
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