sábado, 9 de junio de 2012

prometerse...


“Los cónyuges para lograr una unión sana, primero deben prometerse que…
En el terreno intelectual, vamos a dejarnos el uno al otro a ser lo que somos. Me caso contigo prometiendo que de ninguna manera intentaré que me imites o que veas el mundo exactamente como yo lo veo. No cambiaré de parecer angustiándote con exigencias agresiones orales, mal humor, reclamando sin cesar un “quiero que pienses esto o lo otro”. Respetaremos siempre lo que somos sin sentirnos culpables, sin permitir que nadie intente imponernos conductas o ideales que no sean los nuestros. Tendremos derecho a expresar nuestra propia visión del mundo, aunque difiera de la del otro. NO nos impediremos ver ni oír lo que nuestra curiosidad nos pida. Tenemos derecho a desarrollar nuestros sentidos en la dirección que nos convenga.
En el terreno emocional, reconoceremos que no todos amamos de la misma manera. No nos someteremos a la tortura de querernos unir de un modo que no sea el nuestro. Nos amaremos como podamos amarnos, sin tratar de ser espejo, sin aspirar a una quimérica fusión, sin desear serlo todo el uno para el otro. NO nos encerraremos en una relación exclusiva, sino que iremos agregando a nuestro cariño el cariño por nuestros hijos, por nuestros parientes, por nuestros amigos, por aquellos a los que admiramos, por la humanidad entera, por todos los seres inanimados o vivientes, por ese impensable que llamamos Dios. Reconoceremos que el amor no es la búsqueda de la igualdad sino de la diferencia complementaria. NO seremos dueños ni propiedad el uno del otro, nos ataremos con nudos que siempre sabremos deshacer, nos ayudaremos a conservar en lo más profundo de nuestro ser un área privada, nos protegeremos mutuamente pero sin privarnos nunca de nuestra libertad. Caminaremos juntos bendiciendo cada uno de nuestros pasos, pero si nuestros caminos se separan, lo aceptaremos deseando lo mejor para el otro en su nueva vida.
En el terreno sexual, comprenderemos que el encuentro de nuestros cuerpos es un placer que debe ser explorado y desarrollado. La verdadera clave de una descendencia feliz es el goce con el que la engendramos. Tendremos hijos del placer, no del deber. Este placer será mutuo y sin límites. Nos permitiremos expresar nuestros deseos, solicitando ésta o aquella caricia, aceptando satisfacer las fantasías sexuales del otro pero teniendo también el derecho a negarnos. La sublimación y la abstinencia deben ser sinceras y no disfraces de la frustración.
En el terreno material, compartiremos un espacio pero nos permitiremos también tener un territorio personal, con la promesa de no invadir nunca el del otro, respetando nuestra necesidad de soledad. Igualmente tendremos algún dinero común, pero conservaremos celosamente una independencia económica.
En ninguna parte soy algo de alguien, y en ninguna parte hay algo que sea mío.”
Alejandro Jodorowsky en “Cabaret místico” (Ed. Siruela)